La crisis humanitaria que viven los niños centroamericanos en el sur de Texas le llega al corazón a Carmen Casey.
La mujer de 38 años recuerda como ella y sus tres hermanas llegaron con su mamá a Estados Unidos cuando eran niñas,
Las circunstancias eran diferentes — su mamá huía de un esposo abusivo en México, mientras que los miles de menores no acompañados capturados en la frontera huyen del crimen y la pobreza –, pero la incertidumbre del migrante es la misma, reflexiona.
"Ahora quiero poder darle una voz (a esos niños). Debemos ayudarlos, no deportarlos", dijo Casey, una de 115 personas de 35 países que el jueves recibieron la ciudadanía estadounidense en una ceremonia en Irving.
El congresista de Fort Worth Marc Veasey fue el "padrino" de los nuevos ciudadanos en la ceremonia presidida por funcionarios de la Oficina de Inmigración y Ciudadanía (USCIS).
El acto en Irving fue parte de una de un centenar de ceremonias que se llevaron a cabo esta semana del Día de la Independencia en todo Estados Unidos. Más de 9,000 inmigrantes juramentaron lealtad a su nueva patria.
Veasey señaló que los nuevos ciudadanos inician otro capítulo en sus vidas y los conminó a superarse en su nueva patria.
Casey, madre de dos hijos y estudiante de enfermería, cree en Estados Unidos y dice que en México no habría tenido las mismas oportunidades. "Mi mamá era soltera, y las oportunidades que se presentan aquí no son las mismas allá", afirmó.
Elizabeth Alfaro, otra nueva ciudadana, dice que sus dos hijas la ayudaron a estudiar el examen de ciudadanía que tuvo que aprobar antes de recibir su certificado de naturalización.
"Es un logro de las tres", dijo Alfaro, de 35 años.
Obtener la ciudadanía es importante para Alfaro porque ella desea votar y expresar su opinión sin reservas.
"Es un sueño realizado… por fin voy a poder decidir (en las elecciones)", dijo Alfaro.
Explicó que ella ve la vida de los inmigrantes por etapas.
"Llegar a Estados Unidos es un punto, hacerse residente es otro punto y por fin hacerse ciudadano es lograr la meta", dijo.
Alfaro no fue la única nueva ciudadana que pasó por el proceso de naturalización para poder votar.
Verónica Rocha, de 35 años, llegó de México hace 20 años.
Para ella, no poder votar la hacía sentirse menos. También le impedía poder hacer algo — aparte de expresar su opinión — por los inmigrantes que no tienen voz en este país.
"Quiero ser parte de este país y con mi voto puedo ayudar (mi gente)", dijo.
