Centroamericanos huyen de violencia y rehacen su vida en DFW

Written By Unknown on Sabtu, 06 September 2014 | 22.50

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La reciente oleada de jóvenes que huyen de Centroamérica ha traído dolorosos recuerdos a aquellos que hace mucho salieron de El Salvador, Honduras y Guatemala y se establecieron en el Norte de Texas a lo largo de tres décadas.

"Yo le puedo decir por qué todos esos niños se están viniendo a Estados Unidos", dice José Fuentes, copropietario de la popular cadena de restaurantes Gloria's, de la que fue uno de los fundadores en 1986. "Esos niños van a morir antes de cumplir 12, 16 años. Por eso los padres están (arriesgando) una situación que saben peligrosa".

Una vez aquí hacen lo que los nuevos inmigrantes han hecho en toda la historia de Estados Unidos: desempeñar trabajos mal pagados, batallar para echar raíces, y formar una familia. Al mismo tiempo, esos inmigrantes le dan un sabor distinto a la cultura local.

Decenas de restaurantes sirven pupusas salvadoreñas, baleadas hondureñas y tapados guatemaltecos, y en lugares como Irving, Garland y Dallas han surgido iglesias comunitarias.

Una liga de futbol soccer centroamericana reune a cientos de personas cada domingo en un parque del Norte de Dallas. El futbol "es lo único que une a la gente de Centroamérica. Todos somos sobrevivientes", dice Jamal Kader, de 58 años, presidente de la liga de futbol.

El agente de seguros de origen hondureño conoce bien la historia de todos ellos. Kader es de San Pedro Sula, la ciudad de Honduras que tiene el índice de criminalidad más alto del mundo. Ahora es ciudadano estadounidense, pero viaja seguido a su país.

"Irak… no está tan mal como Honduras", dijo Kader. "Lo más triste de Honduras es que uno nunca sabe quién le va a robar: la policía, los militares o los mismos rateros".

Desde 1990 el número de inmigrantes centroamericanos en Estados Unidos se ha triplicado a casi 3.1 millones, de acuerdo al Censo, más de 60 veces más que en 1960. La mayoría se ha establecido en tres estados: California, Texas y Florida.

Se los puede encontrar en casi cualquier ocupación: trabajadores de la construcción, pintores industriales, abogados, jueces. Estos son algunos casos.

Varias oleadas migratorias

Eduardo Ventura no veía a su restaurante como un refugio cuando conoció a Enriqueta. Ambos son salvadoreños. La mujer de 35 años llegó buscando pupusas y té de anacardo y azúcar, como los hacen en su país.

Ventura la contrató para que le ayudara en el restaurante, que había pintado de color mango. En la pared hay una gran bandera salvadoreña azul y blanca.

Ahora Enriqueta es como una hija.

Ventura y su esposa le abrieron las puertas de su casa a la mesera. En junio, la hija de Enriqueta, Katherine, cruzó el Río Grande. Como tantos otros niños, vino sin sus padres, guiada por un coyote.

La niña se entregó a la Patrulla Fronteriza. (Enriqueta pidió que se omitiera su apellido mientras el caso de su hija es procesado en las cortes de inmigración).

Ventura y Enriqueta son emblemáticos de la comunidad salvadoreña en el Norte de Texas, que suma unas 45,000 personas, dos tercios de los cuales viven en el condado de Dallas.


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